La disminución de los problemas de salud que pueden presentarse por consumir carnes rojas en exceso puede plantearse en dos aspectos: la calidad y la cantidad. La calidad a la que nos referimos está relacionada con el porcentaje de grasa y colesterol que tienen los diferentes cortes de carne. Es preferible consumir carnes magras, es decir, maciza, cortes que a simple vista se nota que no tienen grasa, pellejo ni nervio. Según la calidad de la carne será la cantidad que deberán consumir las personas. Para un individuo adulto sano, es suficiente una porción de 60 a 90 gramos de carnes rojas una o dos veces máximo a la semana. Esto garantiza un aporte de hierro y proteínas de alto valor biológico.
Para cubrir el aporte de proteínas de alto valor biológico podemos utilizar otro tipo de carnes como las de pollo y pescado, el huevo entero o únicamente las claras, la leche y los quesos. En todos estos productos también es importante reducir al mínimo la cantidad de grasa y piel. Otra opción es combinar las leguminosas con los cereales. Esta combinación nos permite obtener una proteína con valor biológico semejante a la de origen animal.