Cuando los pensamientos van rápido, la atención se dispersa y el cuerpo se mantiene en alerta, tu sistema nervioso actúa como si estuviera “trabajando” incluso en reposo. Prácticas simples como respiración consciente y pausas de 1–3 minutos reducen la actividad de la amígdala, bajan el cortisol y mejoran la claridad mental (Harvard, Stanford Medicine). Es literalmente higiene para tu cerebro: ayuda a procesar mejor, ordenar ideas y sentirte más estable durante el día. Crear pequeños momentos de silencio no es desconectarte del mundo, es reconectar contigo. Tu atención se vuelve más precisa, tus emociones más estables y tus decisiones más claras.